Los pastelitos de Doña Julia
Julia Torres nació en Santa Ana estado Trujillo en 1932, se vino a estas tierras cuando apenas tenía 10 años de edad. Lleva más de más de cuatro décadas haciendo unos pastelitos que son la delicia de los habitantes de Biscucuy, difícilmente alguien en Biscucuy no ha comido los pastelitos de la señora Julia. Se levanta tempranito cada día y desde hace más de cuarenta años, sin descansar; a las siete de la mañana ya podemos degustar los deliciosos pastelitos. Anteriormente los muchachos de la época salían a vender los pastelitos por las calles del pueblo, en el hospital, parque, bares, o en el billar de Claudelino. En los tiempos en que se construía el muro de contención del río Saguáz la demanda era mayor, y todos esos obreros e ingenieros desayunaban con este manjar Biscucuyense, hoy no salen a vender los pastelitos pero acudimos cada mañana a la casa de la señora Julia a degustar una delicia que ya se convierte en una tradición. Muchos estudiantes ayudaban a costear sus estudios con la venta de la obra culinaria de doña Julia. A punta de pastelitos levanto una familia numerosa, siete hijos, varios sobrinos, nietos y criados.
Julia Torres nació en Santa Ana estado Trujillo en 1932, se vino a estas tierras cuando apenas tenía 10 años de edad. Lleva más de más de cuatro décadas haciendo unos pastelitos que son la delicia de los habitantes de Biscucuy, difícilmente alguien en Biscucuy no ha comido los pastelitos de la señora Julia. Se levanta tempranito cada día y desde hace más de cuarenta años, sin descansar; a las siete de la mañana ya podemos degustar los deliciosos pastelitos. Anteriormente los muchachos de la época salían a vender los pastelitos por las calles del pueblo, en el hospital, parque, bares, o en el billar de Claudelino. En los tiempos en que se construía el muro de contención del río Saguáz la demanda era mayor, y todos esos obreros e ingenieros desayunaban con este manjar Biscucuyense, hoy no salen a vender los pastelitos pero acudimos cada mañana a la casa de la señora Julia a degustar una delicia que ya se convierte en una tradición. Muchos estudiantes ayudaban a costear sus estudios con la venta de la obra culinaria de doña Julia. A punta de pastelitos levanto una familia numerosa, siete hijos, varios sobrinos, nietos y criados.
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